Su nombre se encuentra fuertemente arraigado en la República Dominicana a las ciencias naturales, en particular, la zoología, la botánica y las ciencias agrícolas. Durante más de 40 años llevó una vida muy activa dedicada a la enseñanza, a la investigación y los trabajos de campo. Murió en Santo Domingo, el 25 de enero de 2012.
Estableció en el campus de Politécnico Loyola, uno de los arboretum más didácticos del país, sobre especies nativas y endémicas. Junto al Dr. Eugenio de Jesús Marcano, compañeros de docencia tanto en el Politécnico como en la Universidad, recorrió durante muchos años gran parte del territorio nacional. Recolectaban especímenes de flora, fauna, paleontología, para las colecciones científicas del Museo Nacional de Historia Natural de Santo Domingo y el Jardín Botánico Nacional, Dr. Rafael M. Moscoso. Cicero fue miembro fundador de la Academia de Ciencias de la República Dominicana. Fue miembro de la comisión ambiental; asesor científico del Jardín Botánico Nacional y del Comité Editorial de la revista Moscosoa; de la Comisión Nacional Técnico Forestal, y del Acuario Nacional.
Fue investigador y luego asesor del Museo Nacional de Historia Natural de Santo Domingo. Formó parte del Comité Científico de la Convención CITES sobre la comercialización de especies de flora y fauna en peligro. Miembro del Patronato Rector del Parque Mirador del Norte. Fue miembro de American Plant Society, American Amaryllis Society y The Cycad Society. Escribió más de 50 artículos científicos y de divulgación. Como se puede ver, Cicero apoyó las instituciones fundamentales en el desarrollo de las ciencias biológicas del país: la Escuela de Biología de la UASD; el Jardín Botánico Nacional, el Museo Nacional de Historia Natural y el Acuario Nacional.